- Organización de ideas
Se
trata de un romance que consta de 86 versos octosílabos, divididos
en seis estrofas. La rima es la propia de esta forma estrófica
(versos impares libres, asonantes los pares).
El romance tiene
elementos narrativos y puede estructurarse en dos secuencias y el
desenlace. La primera secuencia, que abarca las dos primeras
estrofas, presenta a la muchacha esperando en su balcón. Incluye
referencias al entorno, dominado por el color verde (metáfora de la
muerte y del ambiente de ensoñación del poema) y una enigmática
alusión al contrabando, tarea a la que se dedica su amado: “el
barco sobre la mar / y el caballo en la montaña”. La segunda
secuencia (tercera y cuarta estrofas) presenta al amado, que viene
herido de muerte, huyendo de la guardia civil en compañía de su
compadre. Expresa su arrepentimiento por sus actividades
contrabandistas: lo cambiaría todo por estar con su amada. Las dos
últimas estrofas plantean el desenlace de la historia: la muchacha
se ha suicidado y descubren su cuerpo flotando sobre el aljibe. La
guardia civil llega tras los perseguidos y golpea la puerta.
- Tema y resumen
El tema es la
muerte, relacionada con el destino trágico que Lorca atribuye al
pueblo gitano.
Una joven
espera en su balcón la llegada de su amado. Este viene herido y
huyendo de la guardia civil tras una operación de contrabando, en
compañía de su compadre. Cuando por fin llegan, encuentran el
cadáver de la muchacha, que se ha suicidado arrojándose al aljibe.
Finalmente, llegan los guardias civiles.
- Comentario crítico
El
poema forma parte del Romancero
gitano (1928),
obra que García Lorca dedicó al pueblo gitano y que consistía en
una síntesis perfecta entre lo popular, reflejado en los temas y la
forma estrófica, y lo culto, que puede observarse en la originalidad
creativa y expresiva de Lorca.
La fascinación que Lorca sentía hacia los gitanos le empujó a la
escritura de esta obra. Sin embargo, no se limitó a la recreación
culta del folclore gitano. Para Lorca, el pueblo gitano
representa el dolor ancestral de quienes viven en los márgenes de la
sociedad. En sus poemas sobre Nueva York, serán los negros los que
desempeñen ese papel. Por tanto, el tratamiento que Lorca hace de
los gitanos alcanza resonancias míticas, los convierte en
arquetipos. Y sobre esos arquetipos logra Lorca volcar sus temas: el
destino fatal, la muerte, la soledad...
Los gitanos de esta obra no tienen posibilidades de ser integrados
en la sociedad, viven fuera de su alcance, sujetos a las tradiciones
y costumbres propias de su raza. Por eso, subsisten con actividades
ilegales y peligrosas como el contrabando. Ahí reside gran parte del
fatalismo que Lorca les atribuye, puesto que están condenados a
chocar una y otra vez contra la sociedad y sus leyes, representadas
por esos guardias civiles que en este (y en otros) romances
desempeñan el papel de antagonistas. La imposibilidad de
integración, la caducidad de sus costumbres, la pobreza y la
violencia son ingredientes que constituyen el destino trágico de los
gitanos, a través del que Lorca parece exponer las miserias e
injusticias de la sociedad.
El proceso de formación de nuestras sociedades ha tenido siempre un
sentido igualador que acaba entrando en conflicto con lo diferente.
Si el proceso de colonización y civilización de América, por
ejemplo, acabó destruyendo gran parte del sustrato cultural
indígena, también en nuestro contexto podemos ver cómo aquellos
que se salen de los límites de lo generalmente aceptado parecen
destinados a la extinción en favor de una homogeneidad. En el caso
particular de los gitanos, resulta obvio que muchas de sus
costumbres, nacidas de una forma de vida itinerante y marginal que ya
no halla espacio en nuestro mundo, están desfasadas según los
parámetros sociales que nos rigen. Sin embargo, es lógico pensar
que una sociedad basada en las libertades no debería tener problema
a la hora de admitir lo heterogéneo. Que algunas de esas costumbres
nos resulten chocantes o puedan ser incorrectas desde nuestra visión
actual no significa que los gitanos deban renunciar a todas sus señas
de identidad, a todo lo que los caracteriza como pueblo.
Precisamente, los gitanos tienen presencia histórica en muchos
países, con culturas muy diferentes, y han demostrado una gran
capacidad de adaptación a cada contexto: pueden observarse, por
ejemplo, las diferencias culturales entre los gitanos eslavos y los
gitanos españoles. En contra del prejuicio que en muchos casos sigue
vigente, los gitanos sí se muestran capaces de adoptar elementos
culturales propios del país que habitan. Así, extrajeron el
flamenco de su raíz folclórica andaluza y lo convirtieron en forma
de expresión propia. Y esa capacidad de adaptación despoja de
sentido a cualquier tipo de discriminación: es la prueba de que
pueden ser parte de cualquier sociedad moderna.
Es cierto que en algunos grupos gitanos pueden observarse una desfasada tendencia a la marginalidad y ciertos usos culturales que
entran en conflicto con derechos básicos comúnmente aceptados, pero
no lo es menos que estos grupos cada vez son más minoritarios.
Existe actualmente una gran parte del pueblo gitano que lucha por
mantener su singularidad cultural sin que ello suponga renunciar al
progreso y a la integración. Mantener prejuicios degradantes sobre
la totalidad de esta etnia no tiene ningún sentido en la sociedad
actual. Pese a todos esos prejuicios, la realidad es que el pueblo
gitano evoluciona, como cualquier otro colectivo. Lo observamos en el
creciente número de gitanos con estudios, en la aparición de
movimientos feministas que ponen discusión el papel tradicional de
la mujer gitana, en el acceso a trabajos no marginales o ilegales...
Queda mucho por hacer, pero uno de los beneficios de esa evolución
es que, poco a poco, el pueblo gitano se va convirtiendo en un
colectivo más entre todos los que integran nuestra sociedad y, por
lo tanto, se va desprendiendo de ese fatalismo que les atribuía
Lorca. A medida que la marginalidad acabe, ningún gitano estará
predestinado al destino trágico de los protagonistas del “Romance
sonámbulo”. O, al menos, no lo estará más que cualquiera de nosotros.
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